UN PEQUEÑO CUENTO QUE DICE GRANDES COSAS: LOS ZAPATOS DEL HOMBRE AFORTUNADO por ELOY MORENO.

05.04.2014 12:34

loszapatosdelhombreafortunado

Hace ya mucho, mucho tiempo, en un reino muy, muy lejano, había un rey cuyo poder y riqueza eran tan enormes como profunda era la tristeza que cada día -y cada noche- le acompañaba. Por eso, llego un momento que, viéndose incapaz de encontrar la felicidad, anunció que entregaría la mitad de su reino a quien consiguiera quitarle la angustia que a todas horas le acompañaba.

A partir de ese momento los consejeros de la corte comenzaron a buscar la cura para el sufrimiento de su majestad. Trajeron a los sabios más prestigiosos, a los magos más famosos, a los mejores curanderos… pero todo fue inútil, nadie sabía cómo devolverle la felicidad a un rey que lo tenía todo.

Finalmente, pasadas ya muchas semanas, apareció un viejo sabio que les dijo: “Si encontráis en el reino un hombre completamente feliz, podréis curar al rey. Tenéis que encontrar a alguien que tenga todo lo que necesita, que en su día a día se sienta satisfecho, que tenga siempre una sonrisa en su rostro… Y cuando lo halléis, pedidle sus zapatos y traedlos a palacio. Una vez aquí decidle al rey que camine un día entero con esos zapatos y os aseguro que a la mañana siguiente se habrá curado”

Todos los consejeros comenzaron la búsqueda de un hombre feliz. Pero algo que en un principio parecía fácil, resulto no serlo tanto: pues el hombre rico, estaba enfermo; el que tenía buena salud, era pobre; el que era rico y a la vez estaba sano se quejaba de su pareja, o de sus hijos… Finalmente se dieron cuenta de que a todos les faltaba algo para ser totalmente felices, aunque ninguno de ellos se ponía de acuerdo en aquello que les faltaba.

Tras muchos días, llegó un mensajero a palacio para anunciar que habían encontrado a un hombre feliz. Era un humilde campesino que vivía en una de las zonas más alejadas del reino, una de las zonas con menos recursos. El rey recuperó la alegría por momentos y mandó buscar los zapatos de aquel campesino. Les dijo que a cambio le dieran cualquier cosa que pidiera.

Tras una semana de viaje, los mensajeros volvieron y se presentaron ante el rey.
- Majestad, tenemos una buena noticia y una mala. La buena es que hemos encontrado al hombre y en verdad que es feliz, le estuvimos observando y vimos la ilusión en sus ojos en cada actividad que realizaba. Hablamos con él y nos recibió con una amplia sonrisa y con la alegría reflejada en sus ojos…
- ¿Y la mala? -respondió el rey impaciente.
- Que no tenía zapatos.