Yo, Karl Ove Knausgârd, no ficción.

03.10.2014 18:36

"La vida es sencilla para el corazón: late mientras puede. Luego se para. Antes o después, algún día ese movimiento martilleante se para por sí mismo y la sangre empieza a correr hacia el punto más bajo del cuerpo, donde se concentra en una pequeña hoya, visible desde fuera como una zona oscura y blanda en la piel cada vez más blanca, a la vez que la temperatura baja, los miembros se endurecen y el intestino se vacía."

 Karl Ove Knausgârd está intentando escribir una buena novela, sin embargo parece que su mente se empeña en distraerlo.

Han pasado casi diez años desde que su padre murió a manos de la bebida y echa la vista atrás y nos cuenta su historia. 

Somos lo que la vida nos hace, o evolucionamos en función de lo que vivimos, o nos adaptamos, o sobrevivimos... pero tarde o temprano todos miramos atrás. Y eso hace Karl Ove en su historia. Una historia formada por seis libros escritos a velocidad de vértigo que poco a poco van llegando a nuestro país. Y este es el primero de ellos, en el que conocemos la infancia de Karl Ove, a su familia: su madre, su abuela, su tío, su hermano, su padre... y su entorno. Y se detiene, al igual que se detiene la vida de cualquier persona, cuando uno de sus progenitores fallece. 

La muerte del padre es un libro de detalles. A ratos incluso obsesivo en cosas aparentemente sin importancia, pero que nos deja bien claro que son las cosas sin importancia las que forman las vidas. Particularmente en esa infancia que recordamos a retazos iluminados por improvisadas linternas de nuestra memoria. Karl Ove es un hombre sencillo, ya lo era de niño, con una familia normal que sufrió una separación sin causarle mayores traumas y un hermano mayor al que miraba desde la admiración lógica provocada por la diferencia de edad. Lo comprenderemos, en una primera parte que nos habla de amigos, compañeros, primeros amores escolares, de la dificultad para asistir a una fiesta y llevar bebida y también de las consecuencias de esas cervezas tomadas a hurtadillas. Ya en esta parte se percibe que el detalle de lo cotidiano es importante, el libro está plagado de pequeños detalles que no parecen tener relevancia confiriendo así una honestidad a las palabras del narrador que pocas veces he encontrado.

Y llegamos a la segunda parte, la muerte del padre. Muere, víctima de la bebida o empujado prematuramente por su afición a la misma y las consecuencias de una vida dejada. Acude con una curiosa sensación impersonal para darse cuenta poco a poco de que ha fallecido no su padre alcohólico, sino también el hombre que estaba en su infancia, autoritario, casi temido. Y descubre la decrepitud y la porquería entre la que vivía sus últimos años, su vida deshecha. También descubre sus propios sentimientos, su incredulidad, su duelo que lo pilla desprevenido y que parece querer purgarlo a base de limpiar botellas vacías y toneladas de basura, como si de ese modo pudiera eliminar también toda esa etapa de la memoria de su fallecido progenitor. Lo descubrimos examinándose, examinando a su hermano, a su familia. Y su narración se torna más sombría, oscura, sin permitirnos aligerar nada con una nota de humor o ironía. El observador implacable que ya nos había demostrado ser, se mira a sí mismo en los detalles y nos obliga a vivir con él su duelo, a sentirlo, a limpiar
Impresiona el personaje de su abuela, la muestra viviente de esa familia deshecha, de esa persona que se había dejado caer arrastrando consigo a quien permaneció a su lado que era su padre. Una mujer, con una carga simbólica superior a esos pocos kilos que le quedaban pegados a los huesos en el reencuentro obligado.

La muerte del padre es un libro que no se puede leer sin sumergirse en su historia, imposible permanecer impasibles ante un hombre que se desnuda.